viernes, 15 de mayo de 2015

Alambre dulce

Una pareja recién casada, enamorada y dando sus primeros aletazos en la vida, un apartamento pequeño en la ciudad de New York.

Una simple estufa de esas portátiles de dos hornillas, llegó a su fin.

La recién esposa, preocupada pues no podrá hacer la comidita del día, pero él al rescate le dice que no se preocupe que la reparará.

La repara…pero por alguna razón hubo una explosión de tal magnitud que el edificio se estremeció.

¡Boooom!

Ponce, Puerto Rico
Todos los inquilinos se quedaron sin electricidad y se formó el corre y corre a ver qué había pasado.

Tan así que los dueños del edificio fueron piso por piso, tocando cada puerta a ver de dónde provino el problema, cuando al fin tocaron a la puerta indicada, ellos contestaron…

Aquí no ha pasado nada!!!

Él era casi casi electricista…jajaja, arregló la estufa con alambre dulce.



Una historia verídica

domingo, 10 de mayo de 2015

Por amor

Después de un día de arduo trabajo llega a su casa este hombre trabajador, guapo e imponente. De éstos que las mujeres le llueven y ellos no tienen que mover un dedo para conquistar.

Pero esa tarde lo sorprendió la vida… estando en el pasillo se quitó su gabán y de repente una corriente de aire entra y le ocasiona una pulmonía que lo mantuvo hospitalizado durante tres meses.

Estos meses fueron más largos de lo usual para él. Pues no es fácil estar hospitalizado tanto tiempo, a pesar de que tuvo los cuidados de una mujer enamorada, que durante esos meses le mostró su amor incondicional cuidándolo cada día.

Quizás ella vio la oportunidad de demostrarle lo que estaría dispuesta a hacer, con tal de conquistar su amor.

Pasado el tiempo, él se recuperó y fue dado de alta.  Y alguien le preguntó por aquella mujer que lo cuidó todo ese tiempo, que si iba a tener algo con ella.

Él solo pudo responder…

¡Ella es mellá!


Una historia verídica.

viernes, 8 de mayo de 2015

Ventana

Playa Punta Ventana



Camino Punta Ve



Un día cálido y con viento recio en una travesía de dos millas sobre un camino de tierra y justo a los laterales una hermosa sembradía de mangos.  Cuando al fin llegas a la orilla de la playa y logras ver la majestuosa ventana te quedas asombrado, definitivamente nuestra Isla                             (Puerto Rico) es todo un caudal de belleza.                 



Punta Ventana, Guayanilla Puerto Rico

Después de ver la ventana, pensé que si había llegado hasta allí de nada valía no ver lo que hay del otro lado, pero me asaltó la duda y un poco de temor, porque no estaba sola en ese remoto lugar, habían dos jóvenes frente a mí, un hombre con un bastón y otro en bicicleta... mi único acompañante era mi Señor y mi compañera Canon.

Siempre me hago la misma pregunta… ¿Qué diache hago aquí en medio de la nada? 

Muchas veces salgo con mis colegas fotógrafos, pero hay momentos que necesito mi espacio. En fin…luego de hacerme la misma pregunta me viene a la mente una de esas películas trágicas y después que voy de camino, viro a tomar una foto al carro de los jóvenes y los dejó que me lleven la delantera.  El del bastón se quedó lejos y el de la bicicleta no lo volví a ver.

Cobré aliento, ánimo y proseguí hacia el tope de la ventana. 

Cuando veo lo difícil e incómodo que sería el trayecto para llegar al otro lado, me entra el frío olímpico y pensé que no podía y viré…pero me dijé; “carijo ya estoy aquí, si lo sigo pensando no lo hago”, así que mi espíritu aventurero pudo más y me arriesgué.


 A la verdad que hay que tener agallas para subir por tantas piedras rocosas, porque lo que si tengo son unas cuantas libras de más que me hacen la aventura más difícil, pero aún así mi cuerpo no olvida que fui atleta y me queda resistencia.







Una vez en la cima, afirmo que bien valió la pena el esfuerzo y la “locura” de llegar hasta allí y poder contemplar tanta hermosura.

Me encontré con tanta belleza que se me olvidaron los individuos y para colmo el agua también. Pero pude disfrutar y reconocer quien puso todo aquello ante mis ojos y elevar un cántico de adoración al dueño de todo lo que mis ojos alcanzaban a contemplar y dar gracias por cuidarme una vez más en una de mis descabelladas aventuras.

Punta Ventana, Guayanilla Puerto Rico


Todo transcurrió tranquilo, los dos jóvenes alcanzaba a verlos a lo lejos y eso me hacía estar más tranquila.  Cuando decido irme porque no resisto la sed, me pregunto si había otro camino para salir. Pues ni modo, tomé el mismo y vaya susto el que me doy cuando me encuentro de frente al hombre del bastón y grité como loca ¡qué madre…qué susto! Cuando el hombre me escuchó gritar eso tan fuerte, me miró fijo a los ojos y se empezó a reír, así que bajé aquello a las millas y para mi sorpresa los jóvenes iban bien adelante…o sea que sí había otra salida. ¡Jaja que mal!


Al llegar a mi carro encuentro al hombre de la bicicleta…bueno, estuve todo el tiempo sola y con aquellos cuatro hombres en el mismo lugar, pero siempre Dios estuvo allí.




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