Sabía lo que iba a acontecer, si él llegaba de día ella no escaparía de aquella
cruel paliza, pero en la noche cuando todo duerme y el silencio se hace
escuchar…
Un dulce y frágil sueño era interrumpido lentamente cuando
se acercaba el sonar del galopar, era el sonido de alerta para aventurarse
hacia la huida…
Cañaveral |
Tres, cuatro de la madrugada, se rompía el silencio por
completo de aquel que llegaba ebrio, y disparando tiros al aire.
Por qué esperar a escucharle vociferar, el tirar con fuerza
bruta aquella puerta, la misma que al cerrarse se supone las protegiera, pero él
no sabía los grandes tesoros que tenía tras ella.
Tan sólo una niña de diez años, pero sin duda era la más
valiente y osada de aquellas niñas y bien sabía que volverían los azotes…
Su corazón latía de prisa, tenía miedo, el miedo y las
agallas se confundían en medio de la oscuridad al salir corriendo a toda prisa atravesando
una quebrada y luego el cañaveral, hasta llegar a los brazos de su abuela,
encontrando refugio hasta un nuevo amanecer.
(Una historia de la vida real)
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