Una hermosa tarde soleada, en un día de trabajo, realizando
una sesión de fotos en la playa, me percaté de la presencia de una mujer sola,
sentada en un lugar donde se veía que quería huir del mundo, pero era imposible
que su mirada triste y perdida pasara inadvertida, recordé mi escrito sobre lagrimas.
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| Ponce, Puerto Rico |
Dejé pasar un tiempo prudente y me acerqué, le pregunté… ¿Estás
bien?, ¿Te puedo ayudar en algo?
Ella contestó que estaba bien, pero era evidente que no lo
estaba, sus lágrimas decían todo lo contrario. Entonces le invito a charlar un
rato, gracias a Dios aceptó mi invitación.
No quise inmiscuirme en su vida, sólo sentí el deseo en mi corazón
de darle de alguna manera algo de aliento. Me pude reflejar en ella de alguna manera.
Le conté que desde muy joven voy a la playa, y en medio de mi
quebranto, realizo un ejercicio que me ha dado siempre buenos resultados. Dejar
mi dolor y lágrimas allí, y no volver a buscar el motivo de las mismas, siempre
habrá algo nuevo que soltar, secarte las lágrimas, levantarte con más fuerza y
continuar.
Lo que no te destruye indudablemente te hará más fuerte.
Para mi sorpresa después de charlar un poco, me percato de
que la he visto en algún lugar, acto seguido le digo “quítate las gafas, yo a
ti te conozco”. Efectivamente, ella también me reconoció.
También le hice la misma pregunta de aquel hombre tirado en
el piso del cual les relaté en maldita droga. ¿Me permites orar por ti? Esta vez
obtuve una reacción afirmativa.
La gloria sea para mi Cristo que sabe todas las cosas, ya
que para él no existen las casualidades si no las oportunidades con propósito.
Ella lloró, estoy segura que éstas eran nuevas y diferentes.
Que Dios la bendiga por siempre….y un día encuentre en su caminar al caballero de
la cruz.
(Un relato real)
Nunca pierdas el gran privilegio de dejarte usar por Dios.
Hay tanta gente buscando un soplo de esperanza.
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