lunes, 20 de octubre de 2014

Lágrimas

Ponce, Puerto Rico
Un “gran” problema siempre me conduce al mismo lugar… embelesarme en el vaivén de las olas y ver caer entre mis dedos la incalculable y hermosa arena, sentir como las olas acarician mis pies, mientras miro al horizonte.

Me asombra ver cómo se confunde el majestuoso reflejo del cielo con el mar, y me doy cuenta que no puedo alcanzar a ver dónde termina, pienso en su inmensa profundidad y cuántos secretos esconde.
A través de mi vida, he repetido este ejercicio y me he percatado que no soy la única, siempre veo gente distante mirando hacia el océano, quizás también fueron a dejar algo allí…

Muchos problemas se han quedado allí, en el inmenso mar y el torrente de lágrimas fueron arrastradas por las olas, éstas llegarán a lo más profundo y pasarán a ser en el tiempo un recuerdo en el que no debo volver a naufragar.

Viendo la inmensidad del Mar Caribe, he podido aprender que mis problemas son como pequeños granos de arena que no se deben volver a contar. Extendiéndome hacia adelante y dejar todo lo que me dañe atrás.

Él me hace recordar: “Alzaré mis ojos a los montes; ¿de dónde vendrá mi socorro? Mi socorro viene de Jehová, que hizo los cielos y la tierra”.

Que con una sola palabra, Él tiene la autoridad para calmar cualquier tempestad y fue quien le puso límites a las olas del mar.

Entonces puedo regresar a contemplar el ancho mar para exaltar sus grandezas, darle gracias por sus maravillas y con la convicción de que él enjugará cada una de mis lágrimas.

Si gustas puedes leer:

Salmos 121
Mateo 8:23-27
Marcos 4:35-40
Lucas 8:22-25
Job 38: 8



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