Ponce, Puerto Rico |
Me asombra ver cómo se confunde el majestuoso reflejo del
cielo con el mar, y me doy cuenta que no puedo alcanzar a ver dónde termina,
pienso en su inmensa profundidad y cuántos secretos esconde.
A través de mi vida, he repetido este ejercicio y me he
percatado que no soy la única, siempre veo gente distante mirando hacia el
océano, quizás también fueron a dejar algo allí…
Muchos problemas se han quedado allí, en el inmenso mar y el
torrente de lágrimas fueron arrastradas por las olas, éstas llegarán a lo más
profundo y pasarán a ser en el tiempo un recuerdo en el que no debo volver a
naufragar.
Viendo la inmensidad del Mar Caribe, he podido aprender que
mis problemas son como pequeños granos de arena que no se deben volver a
contar. Extendiéndome hacia adelante y dejar todo lo que me dañe atrás.
Él me hace recordar: “Alzaré mis ojos a los montes; ¿de
dónde vendrá mi socorro? Mi socorro viene de Jehová, que hizo los cielos y la
tierra”.
Que con una sola palabra, Él tiene la autoridad para calmar
cualquier tempestad y fue quien le puso límites a las olas del mar.
Entonces puedo regresar a contemplar el ancho mar para
exaltar sus grandezas, darle gracias por sus maravillas y con la convicción de
que él enjugará cada una de mis lágrimas.
Si gustas puedes leer:
Salmos 121
Mateo 8:23-27
Marcos
4:35-40
Lucas
8:22-25
Job 38: 8
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