Comparo
las emociones de una mujer con las de una montaña rusa, quizás antes de subir a
un vagón comienza a invadirte una serie de emociones tales como: miedo,
ansiedad, pánico, te sudan las manos, te haces una película mental, “¿y si deja
de funcionar, se detiene justo en la parte más alta o peor aún, se queda justo
allí, boca abajo ¡horror! Y si se sale un vagón y salgo volando por los aires?”
Somos expertas en hacernos películas y en su gran mayoría éstas son bien
trágicas.
Quizás
seas de las que te apasionen los deportes extremos y tu adrenalina está a
millón antes de subir. (Pero la montaña también es para tí).
Si aún
no has podido manejar tus inseguridades, comenzarás por no lograr decidir en
qué vagón acomodarte, pero al mismo tiempo quieres vencer el temor y subes a
cualquiera a fin de salir de esta aventura de una buena vez.
Todo
parece estar en orden en tu vida, pero la vida es una aventura constante,
inesperada e irrepetible. Entonces, es cuando el vagón apenas comienza a
remontar y sabes que esa aparente calma y paz, debe ser que algo bordea a la vuelta
de la esquina. ¡Si…! porque el melodrama no te hace pensar que puede ser algo
positivo.
Allí,
justo en la cúspide, es el momento en que sabes que un vuelco inesperado
surgirá en tu vida, del cual aparenta no tendrás escapatoria, sabes que tendrás
que levantar las manos pues vas de picada. Quizás piensas que tendrás que
levantar las manos como loca y romper a gritar desquiciadamente porque
simplemente perdiste el control de tus emociones.
Otra
alternativa sería levantar las manos para clamarle a Dios misericordia,
cordura, tolerancia, y que logres lidiar con ese momento tan humano.
Pero
lo cierto es que si pudiéramos reaccionar de la forma correcta ante lo
inesperado y levantar nuestras manos en señal de victoria, comenzar a adorar a
Dios y decirle con todas las fuerzas de nuestro corazón “solo tú, Señor sabes lo
que pasará al descender precipitadamente, por otra vivencia que me llevará con
fuerza, ruido y me sacudirá de un lado a otro, experimentando temor, angustia,
dolor, desesperanza, frustración y todo un desorden de desequilibrios mentales”.
Toda
una mezcla de emociones, que al ir bajando la intensidad del ruido que se desplaza
a través de los rieles, en los cuales pones todas tus esperanzas, porque tu
confianza radicó en la mecánica, que no es otra cosa que manejar las
circunstancias en tus propias fuerzas.
Cometemos
una y otra vez el error de no poner la confianza en el dador de vida y el que
nos puede preparar para la próxima aventura, porque de seguro no podrás bajarte
de la montaña rusa.
El
asunto es que cuando te encuentres en la quietud del vagón… es para mantenerte
orando.
Cuando
comiences a subir… pon todo en las manos de Él.
Cuando
te encuentres en la cúspide… levanta tus manos como vencedora y adórale, justo
allí en la adoración, se rompe toda atadura y se calma la tempestad.
Cuando
estés bajando precipitadamente… aférrate a la fe, recuerda que sin fe es
imposible agradar a Dios.
Cuando
ya estés llegando al punto final… da gracias por la victoria, aunque no la
veas.
Mantén
la confianza solamente en Cristo Jesús.
Nota:
Mis amigas siempre están montadas en la montaña rusa y nos mantenemos en
contacto para saber por cuál parte de la montaña van, por si necesitan un
empujoncito, ayudarla a levantar las manos o simplemente esperarla en cualquier
vagón para escucharla. En otras nos llamamos y si alguna no contesta,
respetamos su espacio y asumimos que debe de estar en alguna parte de la
montaña.
¿En
cuál vagón te encuentras justo ahora?
Dónde estoy? No se...
ResponderBorrarYo creo que me pago montada en una...
ResponderBorrar