miércoles, 1 de octubre de 2014

La montaña rusa

La montaña rusa, es para ti también...

Comparo las emociones de una mujer con las de una montaña rusa, quizás antes de subir a un vagón comienza a invadirte una serie de emociones tales como: miedo, ansiedad, pánico, te sudan las manos, te haces una película mental, “¿y si deja de funcionar, se detiene justo en la parte más alta o peor aún, se queda justo allí, boca abajo ¡horror! Y si se sale un vagón y salgo volando por los aires?” Somos expertas en hacernos películas y en su gran mayoría éstas son bien trágicas.

Quizás seas de las que te apasionen los deportes extremos y tu adrenalina está a millón antes de subir. (Pero la montaña también es para tí).

Si aún no has podido manejar tus inseguridades, comenzarás por no lograr decidir en qué vagón acomodarte, pero al mismo tiempo quieres vencer el temor y subes a cualquiera a fin de salir de esta aventura de una buena vez.

Todo parece estar en orden en tu vida, pero la vida es una aventura constante, inesperada e irrepetible. Entonces, es cuando el vagón apenas comienza a remontar y sabes que esa aparente calma y paz, debe ser que algo bordea a la vuelta de la esquina. ¡Si…! porque el melodrama no te hace pensar que puede ser algo positivo.

Allí, justo en la cúspide, es el momento en que sabes que un vuelco inesperado surgirá en tu vida, del cual aparenta no tendrás escapatoria, sabes que tendrás que levantar las manos pues vas de picada. Quizás piensas que tendrás que levantar las manos como loca y romper a gritar desquiciadamente porque simplemente perdiste el control de tus emociones.

Otra alternativa sería levantar las manos para clamarle a Dios misericordia, cordura, tolerancia, y que logres lidiar con ese momento tan humano.

Pero lo cierto es que si pudiéramos reaccionar de la forma correcta ante lo inesperado y levantar nuestras manos en señal de victoria, comenzar a adorar a Dios y decirle con todas las fuerzas de nuestro corazón “solo tú, Señor sabes lo que pasará al descender precipitadamente, por otra vivencia que me llevará con fuerza, ruido y me sacudirá de un lado a otro, experimentando temor, angustia, dolor, desesperanza, frustración y todo un desorden de desequilibrios mentales”.

Toda una mezcla de emociones, que al ir bajando la intensidad del ruido que se desplaza a través de los rieles, en los cuales pones todas tus esperanzas, porque tu confianza radicó en la mecánica, que no es otra cosa que manejar las circunstancias en tus propias fuerzas.

Cometemos una y otra vez el error de no poner la confianza en el dador de vida y el que nos puede preparar para la próxima aventura, porque de seguro no podrás bajarte de la montaña rusa.

El asunto es que cuando te encuentres en la quietud del vagón… es para mantenerte orando.

Cuando comiences a subir… pon todo en las manos de Él.

Cuando te encuentres en la cúspide… levanta tus manos como vencedora y adórale, justo allí en la adoración, se rompe toda atadura y se calma la tempestad.

Cuando estés bajando precipitadamente… aférrate a la fe, recuerda que sin fe es imposible agradar a Dios.

Cuando ya estés llegando al punto final… da gracias por la victoria, aunque no la veas.
Mantén la confianza solamente en Cristo Jesús.

Nota: 
Mis amigas siempre están montadas en la montaña rusa y nos mantenemos en contacto para saber por cuál parte de la montaña van, por si necesitan un empujoncito, ayudarla a levantar las manos o simplemente esperarla en cualquier vagón para escucharla. En otras nos llamamos y si alguna no contesta, respetamos su espacio y asumimos que debe de estar en alguna parte de la montaña.


¿En cuál vagón te encuentras justo ahora?

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