viernes, 24 de octubre de 2014

Morir o Callar


Viejo San Juan, PR


El miedo y terror a la muerte, las amenazas a los seres que amas, la posición social, la vergüenza, el repudio, y el tormento de pensar que otros tomen la justicia en sus manos.
Infinidad de razones para guardar silencio…

La época de los años 1920, la inocencia era muy diferente a la actual, en la cual muchos padres tenemos que ir rompiendo con la mentalidad de la inocencia, para enseñar a nuestros hijos a estar alertas y defenderse a muy temprana edad, para muchos algo sumamente doloroso…

Ella era una hermosa niña de apenas 12 años, ojos grandes y oscuros, cabellera larga y negra azabache, de piel blanca pero de hermosos rasgos taínos.

Llena de vida, alegre, dulce y soñadora como cualquier jovencita a esa tierna edad. Criada en un hogar extremadamente humilde, dormía en el piso y no siempre podía llevarse un bocado a la boca.
Su padre era un hombre sin escrúpulos,borrachón, machista, mujeriego de aquella época, que en cada puerto tenía un “amor”…

Él montaba a caballo y una noche la llevó de paseo, mientras cabalgaban hacia lo que sería el destino de ella, esa mente maltrecha maquinaba una horrorosa sentencia, sin sospechar que al pasar del tiempo rompería el corazón de muchos, por su vil determinación.

Pero esa noche, bajó de aquel caballo la inocencia… que sería vendida a un hombre peor que su padre, aquel hombre de negro color, la compró, ¿Qué importancia podría tener cuánto pagó por ella? Totalmente irrelevante…

¿Cuánto pudo haberse echado al bolsillo, ese padre que vendió por un alto precio de dolor y sufrimiento la inocencia de su propia hija?

Cuántos años han pasado, para poder comprender, que si todas ellas (cinco mujeres) se criaron en el mismo lugar, ella… era diferente, se volvió una mujer “alegre”, una mujer “de mundo”. De un amor a otro, hasta que consiguió ese “gran amor”, con el que decidió pasar el resto de su vida.

Difícil de entender, de digerir, se me hace un nudo en la garganta, no queriendo ni imaginar cuánto dolor, para terminar en los brazos de un hombre que era más vil, que aquel que la vendió y el que compró su inocencia.

Su último amor, era un monstruo que crecía cada vez más, dejando cantidad de víctimas a su paso, ultrajó a su propia nieta, sodomizó a su sobrino, perdieron la inocencia de diferentes maneras y sus vidas marcadas por el dolor del silencio.

Ella también murió, recuerdo que vi esa última mirada, ojos ya pequeños por el marchitar del tiempo, negros e intensos, pero con una mirada profunda, que hacían brillar ese último destello de paz.


Se hizo el silencio...y nos enmudeció.

(Una historia de la vida real)

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