Muñeca de trapo... |
Rebuscando en el baúl de los recuerdos, encontró un juego de
tazas de café, donde se vestía de gala una pequeña mesa, para esperar a su gran
amiga, con ella tenía hermosas y elocuentes pláticas de grandes sueños y fantasías.
Ella era su gran admiradora, era su confidente, de las ideas
ilusas de una niña soñadora, con los atavíos de la época del romanticismo. Hermosas
perlas tendían de su estilizado cuello, tacones hermosos que no le calzaban, taconeando
de un lado a otro con un caminar exageradamente coqueto y un maquillaje
glamoroso, pero un tanto excesivo. El lápiz labial de rojo intenso, para resaltar
unos labios perfectos, pero para nada delineados.
Se reflejaba en el espejo una mujer hermosa, aunque era una
niña tierna, dulce, hermosa y soñadora. Daba vueltas y se movía como una
princesa que pensaba que existía un príncipe azul.
Cada cierta temporada, llegaba de visita este “hombre” que
fue ganando su confianza, con regalos, golosinas, besos, cosquillas y tiernas
caricias…, para un día sigilosamente sentarla en su falda.
Le encantaba invitarla a jugar con agua, como decimos los
boricuas, “le pegaba la manguera”, pero para ella, era solo un “juego”… no podía
entender, que de alguna manera quería ver como la ropa mojada modelaba su
silueta, para enmarañar con un sinfín de cosquillas.
Había algo que la hacía sentir incómoda, la irritaba, y la ponía
muy seria. Entonces, él le dijo; “cuando te pones seria y te enfadas, te ves más
hermosa”.
Por mucho tiempo, creyó aquella absurda mentira, y transformó
el rostro más tierno y hermoso de la inocencia en uno tosco y triste, que la
hizo guardar silencio por muchos años.
Su amiga imaginaria no pudo defender la inocencia que marcó
la vida por ser la muñeca de trapo en la falda de un depredador.
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