La historia del código Adam comenzó el 27 de julio de 1981, cuando un niño de apenas unos 6 años se
encontraba con su madre de compras en una tienda por departamentos en la
Florida. El chico le pidió permiso a su mamá para ir a jugar en el área de juegos, ella accedió y se fue a buscar una
lámpara, estaba alejada solo unos 75 pies (23 m). Estuvo separada de él unos 10 minutos, y al regresar se percató de que Adam no estaba por ningún lado.
Reve buscó a su hijo
desesperadamente, pasaron como dos horas antes de que se diera aviso a la policía. Luego de dos
semanas desde que Adam fue secuestrado, fue encontrado su cuerpo, lamentablemente había sido asesinado.
No pretendo por nada en la vida comparar el sufrimiento de
este lamentable suceso con el tema que les traigo, más bien lo utilizo para medir el sufrimiento de
aquellos que han sido privados de la libertad de dar, de recibir amor siendo aún inocentes y
sin la capacidad de decidir y/o elegir. Alguien lo hizo por ellos.
Por tal razón considero
que existen secuestros emocionales…
La vida nos sorprende con sucesos sumamente dolorosos y en
ese momento tomar una decisión puede costar mucho sufrimiento.
Cuando estamos en un momento en que la cólera, la ira, el
dolor, la desesperación y la impotencia nos invaden, es un momento donde
nuestra razón pierde el equilibrio y no conseguimos razonar humanamente, valga
la redundancia…nos volvemos como animales sin raciocinio.
Es insospechable que enfrentarás a un corazón duro, egoísta,
lleno de resentimientos, dolor y odio. Éstas son las raíces de amargura que hacen llevar una vida llena de sopesar y
quizás sin querer o por una inútil venganza le robas a alguien uno de los más
hermosos privilegios que nos regala la vida.
Te roban el tiempo, ese que trae consigo una serie de
eventos importantes que jamás se repetirán, simplemente no pudiste estar allí.
Ya no hay marcha atrás, nada podrá devolvértelos.
Por muchos años te has tenido que conformar con migajas…
Pero, Dios en su infinita misericordia te llena de
refrigerios, lleva tu pesada carga, te reconforta, y te enseña a perdonar.
Hasta puede pasar tiempo y no tienes memoria de ello, pero con la certeza que
el tiempo lo creó Dios, que TODO está en sus manos.
El tiempo pasará, e ineludiblemente podrás ver la justicia del
Dios viviente.